El impacto del horario de verano (DST) en la salud mental.

Pocos días después de que los relojes se hayan retrasado para el otoño, muchos de nosotros notamos cambios sutiles -y a veces sorprendentes- en nuestro estado de ánimo, nuestro sueño y nuestros niveles de energía. Aunque ganar una hora puede parecer una ventaja, el cambio que supone el horario de verano puede tener un profundo efecto en nuestro bienestar físico y mental, ya que tanto los cambios de otoño como los de primavera afectan a la salud mental.

Los ajustes estacionales, especialmente los que afectan a la exposición a la luz, pueden afectar a quienes ya tienen problemas de salud mental, y las personas que padecen trastorno afectivo estacional (TAE) suelen encontrar los meses de otoño e invierno especialmente difíciles, sobre todo por la reducción significativa de la luz diurna en las regiones septentrionales de Europa.

¿Qué es el horario de verano?

El horario de verano es una práctica anual que consiste en adelantar los relojes en primavera y retrasarlos en otoño. Concebido originalmente para aprovechar mejor la luz del día durante los días más largos de la primavera y el verano, el horario de verano se adoptó en algunas partes del mundo a principios del siglo XX (1916 en la mayor parte de Europa). El principal objetivo era ahorrar energía aprovechando al máximo la luz del día por la tarde, lo que se creía que aumentaría la productividad y reduciría los costes de combustible en las industrias que dependen de la luz natural.

Hoy en día, el horario de verano se observa en muchos países de Norteamérica y Europa, así como en partes de Oriente Medio, Sudamérica y Oceanía. Sin embargo, muchas regiones, incluidas la mayoría de las naciones africanas y asiáticas, no observan el horario de verano.

Cabe señalar que algunos países han considerado la posibilidad de abolir el horario de verano, lo que refleja los debates en curso sobre su pertinencia e impacto. El Parlamento Europeo votó a favor de eliminar el cambio bianual de los relojes en marzo de 2019, dejando en manos de los Estados miembros la decisión de en qué zona de luz diurna querían permanecer.

En el Reino Unido y gran parte de Europa, los relojes se adelantan una hora el último domingo de marzo a la 1 de la madrugada y se atrasan una hora el último domingo de octubre a las 2 de la madrugada. En EE.UU. y Canadá, el horario de verano comienza el segundo domingo de marzo y termina el primer domingo de noviembre.

 El impacto del horario de verano en la salud mental.

Aunque el cambio de hora pueda parecer trivial, puede tener un impacto sorprendente en la salud mental. Nuestro cuerpo es muy sensible a la luz, ya que regula nuestros ritmos circadianos -nuestros ciclos naturales de sueño-vigilia que afectan a los niveles de energía, el estado de ánimo y la función cognitiva-. Cuando cambia la hora, aunque sea una hora, se altera el reloj interno de nuestro cuerpo, lo que requiere un periodo de reajuste que puede afectar al bienestar mental y emocional.

Perder una hora de sueño.

Cuando los relojes se adelantan una hora en primavera, "perdemos" una hora de sueño. Esto puede ser especialmente difícil para las personas con problemas de salud mental, ya que la falta de sueño está estrechamente relacionada con los trastornos del estado de ánimo, la irritabilidad y la ansiedad. El cambio repentino también puede aumentar el riesgo de recaída para los que se están recuperando de una adicción, ya que el sueño es un factor crucial para mantener un estado de ánimo estable y minimizar los antojos.

Ganar una hora y el comienzo de noches más largas.

En otoño, al retrasarse los relojes, se produce una notable reducción de las horas de luz diurna. Aunque ganar una hora puede parecer una ventaja, la reducción general de la luz nocturna puede provocar en muchas personas sentimientos de letargo, tristeza y aislamiento.

El cambio a puestas de sol más tempranas y horas de luz más cortas puede crear a menudo una sensación de aislamiento. Al reducirse las oportunidades de realizar actividades al aire libre y de reunirse socialmente, las personas pueden sentirse menos motivadas para salir al exterior y relacionarse con los demás, por lo que tienden a quedarse más tiempo en casa. Este cambio puede contribuir a generar sentimientos de soledad y retraimiento social.

Las personas que luchan contra la depresión, la ansiedad o el trastorno bipolar pueden experimentar síntomas acentuados cuando empieza a oscurecer. Además, la alteración del ritmo circadiano puede afectar a la calidad del sueño, agravando aún más los problemas de salud mental.

Trastorno afectivo estacional (TAE).

Para los afectados por el trastorno afectivo estacional (TAE), los meses de otoño e invierno pueden ser especialmente difíciles. El TAE es un tipo de depresión mayor recurrente desencadenada por los cambios estacionales, sobre todo durante los meses con menos luz solar.

La mayoría de las personas con TAE empezarán a sentir sus efectos durante el otoño y los sufrirán con mayor intensidad durante los meses de invierno, con un alivio de los síntomas -que pueden incluir un aumento del sueño, comer en exceso, aislarse y una falta general de energía, junto con sentimientos de tristeza, irritabilidad, fatiga y menor motivación- durante la primavera y el verano.

Cabe señalar que algunas personas experimentan depresión estacional durante la primavera y el verano, y sus síntomas -más probables de insomnio, pérdida de peso, inquietud o ansiedad- remiten durante el invierno.

El TAE se clasifica como un trastorno del estado de ánimo de patrón estacional y se diagnostica en aquellas personas que han experimentado indicadores durante al menos dos años, durante una época específica del año.

Para las personas que residen en el norte de Europa, los efectos de la reducción de la luz diurna pueden ser aún más pronunciados. Los países del norte de Europa experimentan una reducción significativa de las horas de luz, lo que hace que los residentes sean especialmente susceptibles al TAE. Las personas que nunca han sufrido ningún tipo de depresión pueden sentirse inusualmente decaídas, cansadas o con antojos de dulces y almidones durante los meses más oscuros. La reducción de la exposición a la luz solar afecta a la producción de serotonina, un neurotransmisor asociado al estado de ánimo, y de melatonina, una hormona que ayuda a regular el sueño, y ambas desempeñan un papel importante en la regulación del estado de ánimo y la salud mental.

Indicadores de un trastorno depresivo mayor, incluido el trastorno afectivo estacional (TAE).

• Sentimientos extremos o prolongados de tristeza, sensación de llanto.
• Disminución del interés por la vida, falta de entusiasmo por las aficiones.
• Sentimientos de desesperanza e impotencia, vacío o culpabilidad.
• Pérdida o aumento de peso, cambios en el apetito o en los hábitos alimentarios.
• Cambios en el sueño; demasiado o muy poco, e insomnio.
• Fatiga y agotamiento.
• Retirarse de la familia, amigos, seres queridos y situaciones sociales.
• Sentirse más irritable o enfadado de lo habitual.
• Pensamientos de hacerse daño o de suicidio.

Esta lista no es exhaustiva, y la depresión afecta a cada persona de forma diferente. Los expertos médicos sugieren que, si experimentas uno o más indicadores durante más de dos semanas, merece la pena que te examine un médico, ya que podría ser un signo de una enfermedad subyacente.

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